– ¡Becky! No te vas a
creer lo que ha pasado hoy-me llamó Emily.
Emily empezó a contar
su historia aunque yo no escuchaba, trataba sobre algún bicho que había matado
con su magia o algo parecido. Aquí en la casa todos somos magos y magas, esto
es una especie de orfanato donde nos enseñan a manejar nuestro poder. Jack se
dio cuenta de que estaba distraída y me llamó la atención.
– Dándote un paseo por
las nubes ¿no?
– ¿Sabéis por qué todo
el mundo me mira tan raro hoy?-dije directamente. Los dos se miraron preocupados.
– ¿Es que sabéis algo?
– IIIIIIIIIIHHHH-sonó
el desafinado micrófono de dirección, esto hizo que todos nos tapásemos los oídos-
Atención, Beck preséntese en dirección.
– Creo que vas a
obtener la respuesta a tu pregunta-dijo Jack amargamente.
Salí del comedor a
toda prisa seguida por Emily y Jack. Pare antes de abrir la puerta temiéndome
lo que me encontraría y finalmente me decidí a abrirla.
*
* * * * *
Abrí la puerta y vi a
la directora tomándose un té, no estaba sola, había otra taza. Abrí un poco más
la puerta y vi a un chico que se levantaba. Era alto, con el pelo negro y con
flequillo de ojos esmeralda, llevaba una camiseta ajustada que resaltaba sus
músculos. En ese momento me di cuenta de que era James.
Veía que él se
aproximaba pero yo me encontraba en un estado de shock, incapaz de reaccionar.
Se acercó hasta que solo nos separaban unos escasos centímetros.
– Hola, Beck-me dijo él
y en ese momento logré reaccionar-¿no te acuerdas de mí?
Levanté rápidamente
mi mano y le di una fuerte bofetada. Toda su mejilla se volvió de un color
morado mientras que las mías se llenaron de lágrimas. El se llevó la mano a su
mejilla.
– Pensaba que me
besarías y que te alegrarías de verme-dijo cada vez acercándose más.
Cuanto más se
acercaba más lágrimas resbalaban por mi rostro e inevitablemente le di otra
bofetada. Esta vez el retrocedió tocándose dolorido la mejilla, que ahora
estaba más morada aún, el me miraba triste y confuso. Salí corriendo de la sala
deseando salir de aquella pesadilla. Me sentía confusa ¿no era él al que había
amado durante tanto tiempo? ¿por él que había sufrido tanto? Había soñado con
este momento miles de veces, él regresaría me declararía de nuevo su amor y
todo acabaría con un final feliz pero aquello no era como yo había soñado.
Sentía inmensas ganas de acariciar su pelo perfecto y de besarle pero mi
dignidad me lo impedía, había sufrido demasiado por él como para recibirlo de
aquella manera. ¿Cuántas lágrimas había derramado por él? Demasiadas. Me costó
mucho superar todo aquello. Aquel día que decidió marcharse para siempre con
los de su misma magia, aquel día que nos traicionó a todos, aquel día que en mi
corazón se hizo una herida que nunca cicatrizaría. Decidió marchar con los de
su misma magia y a los pocos meses nos declararon la guerra, nos traicionó a
todos luchando en el bando enemigo. ¿Pensaba que después de todo aquello lo
recibiría con besos y caricias? Ni hablar. Abrí la puerta de mi cuarto y me
tumbé en la cama, todavía llorando, deseando dormirme y no despertar nunca...
* * * * * *
Desperté bien entrada
la mañana con lágrimas en los ojos. Me había perdido todas las clases, tendría
que pedir los apuntes y demás... En ese momento recordé la razón por la que me
encontraba en aquella situación y estaba sufriendo tanto, James.
Decidí apartarlo de
mi mente y vestirme para ir a comer deseando no volverlo a ver allí.
Avancé por el pasillo
hasta llegar a la pared central, introduje el número del comedor y entré. Había
mucho barullo de alumnos, seguro que no lo vería. Cogí mi comida y me apresuré
a mi mesa. Ya casi había llegado cuando él se cruzó por mi lado y el tiempo se
detuvo miré a su mejilla. La tenía más morada que ayer y un poco verde, me
sentí tremendamente culpable. Todo ocurrió en una milésima y aún así el se dio
cuenta. Que miraba su gran cardenal. Me miró y dijo:
– Violeta, como tus ojos-dijo
con una sonrisa entristecida.
Intenté no prestar
atención a su comentario y cada uno continuamos por nuestros respectivos
caminos. Llegué hasta mi mesa y miré a Jack y a Emily. No tenía ganas de estar
con nadir, ni siquiera con ellos, me sentía tan confusa... Continué y me senté
en una mesa para dos cercana que estaba vacía. Apenas probé la comida y aquella
tarde la pasé tumbada en mi cama dándole vueltas a todo esperando a que llegase
la noche. Cuando por fin el cielo se empezó a teñir de azul salí de mi cuarto y
subí hasta el tejado. Desde que era pequeña, en mi antiguo orfanato solía subir
al tejado a pensar en mis problemas y había conservado esa costumbre en La Casa.
Abrí la trampilla y
busqué un sitio cómodo en el que sentarme. Era una noche fría pero a la vez
hermosa, el cielo estaba precioso con todas esas estrellas aunque había sido un
gran error subir allí con camiseta de tirantes. Sentí pasos detrás mía y al
girarme encontré a James. ¿Pero cómo había sido tan estúpida como para subir
allí? El sabía mejor que nadie que solía subir al tejado así que no había
tenido ningún problema en encontrarme. Se sentó al lado mía en silenció y así
pasaron los minutos hasta que se decidió a dirigirme la palabra:
– Lo siento-esas fueron
sus palabras textuales-lo siento por todo. Me di cuenta de que los magos negros
no tenían todo lo que yo necesitaba para ser feliz, me faltabas tú.
Me estremecí por
culpa de sus palabras y del frío. Para mi sorpresa, el se acercó a mí y me
calentó con sus brazos.
– Espero que esto no te
importe-me dijo. Por primera vez en la noche lo miré fijamente y me di cuenta de
que no aguantaría mucho más sin él, yo también le necesitaba.
– No me importa-le dije
mientras me acurrucaba en su pecho.
– De verdad que te he
echado mucho de menos. Todas las noches subía al tejado me daba cuenta de que
me faltaba algo y un día recordé tus besos, tus caricias, tus sonrisas y decidí
que ni la estrella más lejana me impediría verte.
Le miré una vez más a
sus intensos ojos esmeralda me acerqué e inevitablemente nuestros labios se
unieron y aquello se convirtió en un apasionado beso. Después de eso nos
miramos con una sonrisa pícara y me entró la risa tonta. Allí estaba yo
riéndome y riéndome sin saber por qué.
– ¡Estás loca!-me dijo él
cuando conseguí parar de reír- y eso me encanta.
Esta vez fue el quién
me agarró por la cintura y me beso. En ese momento rememoré todo lo que
habíamos pasado justos: esos besos apasionados, aquellas noches de escapada en
secreto, los momentos buenos, los malos... quizá nuestra historia no acabase
con un final feliz pero ya sabes lo que se dicen los
finales felices son
historias sin acabar...
FIN
~Creado por: Dulce
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